MY WAY
- Andrés Felipe Pérez Tamayo
- 17 jun 2015
- 3 Min. de lectura

¿Qué quién soy? Me pregunté descaradamente alguna vez, mas no por ello dejaría de contestarme, aunque me equivocara como nunca antes, pues resulta que mis errores también hacen parte de lo que soy.
Para no trocarme en mi discurso empecé con cosas sencillas, con definiciones; tengo todas mis extremidades, todos mis sentidos activos. Sangre A+, hijo de una madre y un padre y dos hermanos (uno mayor y uno menor). Fui habitante inscrito con el nombre “Andrés Felipe” el 14 de marzo de 1997. Asmático desde los tres años, curioso por excelencia y graduado de una institución de mensualidad privada pero con aires de una escuela pública. Soy mi pasado puesto que nunca existe el presente, fui las convicciones católicas de toda mi familia y el fanatismo del Atlético nacional. Como todo buen niño fui criado bajo los conceptos del señor Jesucristo; recitar el padre nuestro y echarme la bendición. Fui bautizado, comulgado en la primera comunión y reacio a confirmarme en la iglesia católica justo a tiempo. Estudiante promedio con la cualidad de perder materias solo en los periodos en los que no habían vacaciones.
-Deja de decir estupideces y dime quién eres.
Pero ¿cómo quieres que te lo diga si ni vos sabes quién soy? Y eso que vos sos yo.
-Lo siento amigo, yo no fui el que asumió el reto.
Ahí estoy pintado, tan cobarde y tan valiente al mismo tiempo.
Sabes algo, ni tú ni yo podríamos saber quién somos porque nosotros no somos nosotros mismos.
¿Ahhh? ¿Te chiflaste cierto?
No, bueno, quizá sí, pero ese no es el punto que nos convoca en este momento. Resulta que hasta el día de hoy, yo soy lo que lo demás ha reconfigurado de mí. Yo soy la voz de mis amigos, de mis amores frustrados, de los conocimientos no aprendidos, de los profesores escuchados, de las pinturas apreciadas, del bus pagado, de los cereales comidos, de la poesía leída, de los escritores comprados y descargados. Vivo en el sacrificio de mi madre y el esfuerzo de mi padre, el malestar tuyo y la hermandad de mis más allegados. La rosa del principito, del Shakespeare no leído, la fascinación nadaísta y las obras de teatro. El televisor comprado, los programas de la infancia, los documentales de la juventud y las películas en cine. Soy mi música, Soy un trovador, rapero, salsero y metalero, soy mis solos de guitarra invisibles, mi esfuerzo por entender sus melodías, su motivación, sus poesía inscrita y la alegría que me hace vibrar y poner los pelos de punta. Soy el mochilero frustrado, el navegante sin barco, el aburrido estudiante, el incrédulo lector, los lápices desgastados, los lapiceros votados, las hojas arrancadas, los exámenes copiados y los trabajos perdidos. Soy el ser de la pena más ridícula y de los actos más bizarros. Soy la incapacidad de la ingeniería, la reflexión de la sociedad y la politología, la fascinación por el más absurdo arte y las estructuras, la informática, los videojuegos y las páginas de internet.
Soy mis descuidos, las malas decisiones, los errores cometidos, la plata malgastada, el esfuerzo no hecho, el atrevimiento miope, la seguridad de mi aprisionamiento, la fiesta no asistida, el regaño inevitable, la rabia más infantil, el lloriqueo más sensible, los argumentos más erróneos, la voz tímida y la incapacidad hecha persona.
Yo te conozco, pero tú no eres solo eso. ¿Por qué esa necesidad de auto desprestigiarte?
Calma, lo que pasa es que esta conversación es real, yo a ti (mi) no me tengo miedo, o por lo menos dejé de tenerlo. No todo es tan malo, pero hace parte, además quisiera escribir esto algún día y no quisiera que esto fuese solo para mí, el valor de escribir y no compartirlo sería dejar el proceso a medias. Y no nos digamos mentiras, el morbo de hacerle creer a los demás que soy “Una mierda” da rating, pero no necesito consolación, todo este escrito es pasado aunque no esté gramaticalmente correcto, sufra de problemas de redacción y le falte una que otra tilde o punto o coma.
Y todo esto ¿con qué fin?
De recordarme, mi querido colega, de saber que incluso tras todo esto que he sido, sigo siendo. Soy un imán que se ha pegado de lo que más le gusta y que sigue aprendiendo, el problema con los fines es precisamente su connotación, pero yo no espero acabarme, por lo menos no en este momento, así que quisiera dejarme inconcluso. Dejar mi historia en dos puntos suspensivos, para saber que no he acabado pero que tampoco mi historia es infinita, y bien decía un profesor que somos lo que los discursos han hecho de nosotros. Así pues querido lector, mientras me sigo hablando a mi mismo. Prenderé un cigarrillo en su nombre, aunque no tenga fuego, cigarros ni a usted.
Comments