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La Alegoría Del Tigre

  • Andrés Felipe Pérez Tamayo
  • 30 ago 2015
  • 7 Min. de lectura

De inmediato, los espectadores del museo comenzaron a ver el tigre que había en el cuadro... como si dicho acto encarnara la necesidad de distinguir en ella, una "obra de arte". Sin duda, las observaciones y comentarios no se hicieron esperar. El cuadro causó en algunos ofensa y alago o sensaciones indescriptibles en otros. Pero no había entre el público, ser humano que no le transmitiera absolutamente nada.

El tigre (Juan Pablo Pérez Tamayo -2007)

Pasadas unas cuantas semanas

Una semana después que la pintura fue puesta en el museo, el Tigre "Maco" llegó a apreciar la "obra maestra" del retrato que un humano pudo hacer a un "Panthera Tigris", se colocó en dos patas, se puso sus gafas y examinó la pintura. Miró de arriba abajo cada detalle, cada pincelazo, la mezcla de los colores y las líneas que caracterizan a un tigre de ser tigre. Tras el arduo y minucioso trabajo llegó a la conclusión de que dicha pintura no tenía nada que ver con su especie, pero sin duda tenía una gran técnica.

Horas más tarde, llegó al mismo museo el “erudito John” un cuarentón, de poco pelo en la cabeza reconocido en el lugar por su educación en los países más importantes del continente europeo y su gran prestigio en el ámbito de los negocios. Sobraría decir, basado en lo suso dicho, que el erudito John representaba un gran conocimiento en cuanto a cultura internacional se refiere.

Él, con el sosiego y poco tacto que la caracterizaba no dudo un segundo en resaltar uno por uno los errores de la pintura. Girando su cabeza de izquierda a derecha en tono de negación resaltó la poca dignidad que el cuadro tenía y la poca creatividad del artista. Pero luego, al ver que pocos le prestaban atención decidió tomar un camino más arriesgado en su crítica, y exclamó a los mil vientos ¡ESTO NO ES ARTE!

¿Qué está pasando? susurraban los unos a otros dentro del museo, inquietos frente a la observación del erudito John, regresaron a ver la pintura del artista. Y fue allí donde el concepto de la pintura comenzó a ser reevaluada. De modo conveniente muchos se adecuaron a la postura del erudito John y conforme pasaba el poco tiempo, como se corre un chisme en los barrios, todos se las dieron de pseudo intelectuales a la hora opinar y por por alguna extraña razón todos los espectadores lograron ponerse de acuerdo. Dijeron ¡Ombe, si lo dice él, que es quien sabe! Quienes somos nosotros para contradecirlo. Y así fue sepultado el arte junto con el artista, allí murió la vida que se mostraba a través de colores, la inspiración y la imaginación. Sin más, la obra fue sacada de la sala y sabrá Dios qué habrá sido de ella.

tiempo después, el artista deambulaba en las oscuras calles de la ciudad, era noviembre y el invierno cada vez era más abrumador.

El artista tenía consigo un abrigo y un cuarto (1/4) ginebra, que, junto con un poco de dignidad, era lo único que le quedaba.

Su lucidez se fue desvaneciendo poco a poco tras su sentimiento de fracaso. Un sentimiento que se ocultaba tras la vana pretensión de ahogarse en licor. El artista estaba destruido pero tenía miedo a morir, la esperanza era quizá lo único que lo mantenía en pie.

Sin más, el artista siguió caminando a la deriva hasta encontrarse con aquel museo que alguna vez lo hizo tan grande que le dio éxito y fama. Pero el que al mismo tiempo, lo saco a patadas por la puerta de atrás.

No se sabe si el artista era masoquista, o era mismo alcohol que le afectaba los sentidos, quien lo impulsaba a querer sentir daño. Pues quería ingresar una vez más al lugar que durante tanto tiempo, solo escuchar su nombre le producía un gran dolor en el pecho. Cogió de sus bolsillos desgastados las únicas monedas que le quedaban, lo suficiente para pagar el boleto. El artista se unió a un grupo de extranjeros que estaban acompañados por un guía para seguir la rutina de las exposiciones del museo.

El guía, no era nada más ni nada menos que el erudito John. El mismo que durante los últimos ocho años pasaba su tiempo libre desvirtuando las obras de los jóvenes pintores. El artista, al darse cuenta, le maldijo hasta la madre (de forma silenciosa), guardando consigo un rencor incomprensible que por las noches terminaba con dolores de cabeza. Quizá era miedo de atraverse a conocer a su enemigo pero la verdad es que ahí estaba él, odiando por los dos.

Terminando el recorrido los espectadores llegaron a una de las salas más apetecidas de todo el museo, una sala donde ellos podrían ensimismarse con los cuadros y las esculturas, divagar en la perfección que otros han hecho a través de figuras. Bueno, casi todos los espectadores. El artista, se detuvo perplejo y anonadado al ver una puerta que jamás había visto, o que bien, nunca le había prestado atención, sería tal ves por la simplesa de la misma, que parecía camuflarse con el muro blanco, propio del museo.

El misterio comenzó a pervertirlo, ¿Qué podría haber allí? se preguntaba en la mente y aprovechando que no tenía nada más que perder en esta vida y teniendo en cuenta el hecho de que el licor ya se había acabado, se escabulló entre las estructuras y aguardo con calma a que los visitantes salieran junto con el guía. Incluso se quedó dormido durante un tiempo, pero se despertó cuando el vigilante de seguridad cerró la sala del museo. Tardaron unos minutos para que el artista recobrara la memoria del porqué estaba allí y que era lo que iba a hacer. salió de su escondite y se dirigió a aquella puerta. Llegado el momento utilizó sus técnicas de bandidaje para abrir puertas que desde hace tiempo utilizaba para poder sobrevivir..

Con la sutileza de un experto logró abrirla, aunque con mucha dificultad, cabe admitir. Es como si hace muchísimo tiempo no la hubieran abierto, como si nadie se percatara de su existencia, ni lo que allí adentro pasara. Como si esta se hubiese convertido parte de la estructura

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Al abrirla, crujió el suelo, el viento levantó una cortina de polvo y junto con esta, salió un nido de ratas que se refugiaban en dicho salón misterioso. Sin tomarle gran importancia comenzó a rastrear los muros para encontrar un interruptor y prender las luces.

Tal fue su sorpresa al encontrarse con un salón desconocido e invisible para el mundo, un salón en forma circular que en su centro tenía un tapete con unas letras que formaban "Galería de fracasados". Comenzó el artista a caminar y mirar el contenido de dicha sala. Pudo apreciar la inmensidad de grandes obras que nunca tuvieron éxito, y de artistas que jamás pudieron “Ser”. Aparecieron pinturas de Hitler, los poemas de Jim Morrison, los escritos de Napoleón Bonaparte, los dibujos de mi hermano e incluso los Guiones de cine de Jean Paul Sartre, pero más impactante fue ver su propia pintura. El retrato de un tigre que brillaba con luz propia; con sus bigotes largos, sus orejas chatas, sus ojos verdes, y su nariz respingada.

Ahí estaba el tigre que jamás representó a un tigre y al igual que un “Haikú” encontró la sensación de un rayo que pasa por su cuerpo y lo corta en dos. El artista se acordó de la razón de su pintura. El Arte a través del arte. La personificación de una criatura poderosa que representaba a aquella mujer que algún día quiso. El Iluso John jamás pudo apreciar el óleo de una mujer con sombrero que se escondía detrás de aquel lienzo.

Fue en ese mismo instante cuando una nueva crisis golpeó al artista, Y Desolado en aquella habitación, no comprendió cual era el fracaso de dichas obras. Eran perfectas, hechas para el deleite de Dios, si es que existe. Y fue en ese momento cuando el artista empezó a gritar con todo su pulmón mientras lloraba su obra. ¿Qué es el arte? y gritó una segunda vez con más potencia ¡¿QUÉ ES EL ARTE?! Enojado insultó a su Dios con la ilusa pretensión de que una voz angelical le diese un recado. MALDITO DIOS, RESPONDE. Pero entre más gritaba, sus lágrimas inundaban su corazón, por momentos su voz se resquebraja en el melancolico llanto de la furia. ¿Cómo fue posible esto? y el joven artista no paraba de preguntarse. ¿Quién es el erudito John para juzgar mi Arte? ¿ Que criterio tiene para hacerlo? Ese maldito bastardo, Canalla infeliz ha desprestigiado mi arte, ha desprestigiado el Arte, y sin embargo yo soy el que estoy solo, ahogado en mi alcoholismo y en la pobreza extrema.

Fue ahí cuando le vino una iluminación; Por un lado entendió el oficio del critico, hizo una muesca y sintió lastima por esos seres que nacieron sin la habilidad de crear y que son a la larga, más nefastos que aquellos que comprenden la vida sin la virtud de un ideal. También, que su arte no era su arte en sí, sino el recuerdo que generaba en los demás. Por ero cuando su obra esta lista, deja de ser de él, en el sentido en que se vuelve una extensión autonoma de su existencia.

El artista vio la grandeza de su arte fuera de las criticas, del valor que esta podía impregnar. La creación de si mismo plasmada en el lienzo, sumergida en el balde de la imaginación, era un juego de creación, esa que hace tiempos se puso en disposición Dios. El arquitecto de la destrucción, el artesano de lo imaginario, el matematico de la política.

Por primera vez luego de tantos años, el artista recobró el sentido de su existencia, la esperanza del"no se qué" que lo mantenía con vida ahora se manifestaba en realidad . Alegre como nunca antes y con las mejillas coloradas, salió corriendo con la ilusión de regresar a la vida, volver a "ser", y arriesgarse a vivir. Pero de la emoción, no pudo percatarse de la rata que estaba delante de él y que al tropezarla caería de forma brutal al suelo. Se golpeó la cabeza y quedó inconsciente al instante.

Si tan solo no hubiera cerrado la puerta.

 
 
 

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